La bohemia radical

19,90

La bohemia radical reúne cuatro obras teatrales marcadas por su guiño a la creación artística siempre entre los barrotes de un precariado entusiasta: El perro que Alberto Giacometti jamás acarició, La camarera que leía a Patti Smith sin esbozar una sonrisa, Amedeo Modigliani pintará tus ojos cuando conozca tu alma y Lou Reed llora lágrimas como melones por el robo de su guitarra preferida en Usera. Teatro de la resistencia, donde los creadores protagonistas de las obras viven alerta pero jamás a salvo de sí mismos, y es la propia creación, junto a la peripecia inesperada, en el vértigo de la palabra insolente e impetuosa, quien guía entre la espesura y aplaca las peores inercias. El peligro es la vida, no el magma o incendio cultural, y en ella el creador es tantas veces víctima como verdugo. Los personajes al límite, en vagabundaje lírico, arden ciegos en los textos por cuanto desean y el presente no ofrece, por cuanto sueñan y la realidad no cumple. La espera es siempre esperanza, sortilegio de afinidades, hechizo entre los azares súbitos, donde un lenguaje eléctrico nos acerca a la calma de la verdad profunda, cuanto implica vivir en ley propia sin traición posible, ajeno a insultos, placebos o aplausos.

DIEGO MEDRANO

Diego Medrano (Oviedo, 1978) ha publicado novelas (El clítoris de Camille, Una puta albina colgada del brazo de Francisco Umbral, Tapa el sol con el pulgar), relatos (La soledad no tiene edad, Los sueños diurnos, Sobrevivir puede ser muy divertido, Dejemos el pesimismo para tiempos mejores), poesía (A veces cuerdo, El hombre entre las rocas, El viento muerde, Agua me falta, Llora mi alma de fantoche) y diversas misceláneas literarias caracterizadas por su carácter fronterizo (Diario del artista echado a perder, Historia golfa de las monarquías hispánicas, Llévate el paraguas por si llueve y, junto a Leopoldo María Panero, Los héroes inútiles).

Descripción

La bohemia radical reúne cuatro obras teatrales marcadas por su guiño a la creación artística siempre entre los barrotes de un precariado entusiasta: El perro que Alberto Giacometti jamás acarició, La camarera que leía a Patti Smith sin esbozar una sonrisa, Amedeo Modigliani pintará tus ojos cuando conozca tu alma y Lou Reed llora lágrimas como melones por el robo de su guitarra preferida en Usera. Teatro de la resistencia, donde los creadores protagonistas de las obras viven alerta pero jamás a salvo de sí mismos, y es la propia creación, junto a la peripecia inesperada, en el vértigo de la palabra insolente e impetuosa, quien guía entre la espesura y aplaca las peores inercias. El peligro es la vida, no el magma o incendio cultural, y en ella el creador es tantas veces víctima como verdugo. Los personajes al límite, en vagabundaje lírico, arden ciegos en los textos por cuanto desean y el presente no ofrece, por cuanto sueñan y la realidad no cumple. La espera es siempre esperanza, sortilegio de afinidades, hechizo entre los azares súbitos, donde un lenguaje eléctrico nos acerca a la calma de la verdad profunda, cuanto implica vivir en ley propia sin traición posible, ajeno a insultos, placebos o aplausos.

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