Púlsar

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“Ritual, más no templo”. Aldo Vicencio canta o no canta en un lenguaje que se sabe incapaz de construir. P Ú L S A R es un libro que abrasa y abraza intentando autoformarse a partir de una imposibilidad, un lenguaje que se enuncia  para disiparse. El verso engendra dos cuerpos que se funden: Un cuerpo mesiánico descompuesto y un cuerpo mortal enfermo. Ambos inflexiones del destino entrópico del lenguaje hacia el descarne. Pero P Ú L S A R esconde otra lectura alejada del pesimismo lingüístico-metafísico. Quien logre soportar el  “pudridero en adoración”, llegará a la promesa del silencio hueco como la cúspide ambiguamente cristiana de una voz lírica que, a su pesar, se mantiene creyente y aferrada a una carne que se niega a limitar como suya. Quizá la ausencia del mesías es la única manera de enunciar la posibilidad de otro tiempo: comunión de verdad para los cuerpos mutilados y sin voz.

ESTEBAN  LÓPEZ ARCIGA

ALDO VICENCIO 

Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fundador del colectivo poético Naufragio y colaborador en Liberomaérica, es autor del poemario Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017) y el videolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018). Su obra ha sido publicada en diversas publicaciones iberoamericanas, como Punto en Línea de la UNAM, Digo.Palabra.txt de Venezuela y Oculta Lit en España, entre otras. Está incluido en las antologías Nueva Poesía y Narrativa Hispanoamericana (Lord Byron Ediciones, 2016) y Nido de Poesía (LibrObjeto Editorial, 2018).

Sin existencias

Descripción

“Ritual, más no templo”. Aldo Vicencio canta o no canta en un lenguaje que se sabe incapaz de construir. P Ú L S A R es un libro que abrasa y abraza intentando autoformarse a partir de una imposibilidad, un lenguaje que se enuncia  para disiparse. El verso engendra dos cuerpos que se funden: Un cuerpo mesiánico descompuesto y un cuerpo mortal enfermo. Ambos inflexiones del destino entrópico del lenguaje hacia el descarne. Pero P Ú L S A R esconde otra lectura alejada del pesimismo lingüístico-metafísico. Quien logre soportar el  “pudridero en adoración”, llegará a la promesa del silencio hueco como la cúspide ambiguamente cristiana de una voz lírica que, a su pesar, se mantiene creyente y aferrada a una carne que se niega a limitar como suya. Quizá la ausencia del mesías es la única manera de enunciar la posibilidad de otro tiempo: comunión de verdad para los cuerpos mutilados y sin voz.

ESTEBAN  LÓPEZ ARCIGA

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