Dicen los tipógrafos que las obras en verso no deben centrarse de manera mecánica, sino según su propia medida. Las Confesiones heréticas de David Robatti imponen un nuevo concepto de componer poesía en el que la disposición de los versos iguala o supera a la parte discursiva como recurso estilístico. Dos estrategias visuales son las que introduce:
1) Intercalación de líneas anormalmente largas y cortas por medio de una métrica mixta, de la que resultan estrofas quebradas que realzan el desasosiego.
2) Amplios espacios en blanco y uso específico de los signos de puntuación, como los puntos suspensivos, de fuerza expresiva equivalente a los silencios en la pieza musical.
La obra poética de Robatti refleja las contradicciones entre la personalidad del autor y su situación vital: actitud políticamente incorrecta, rebelión contra el paso del tiempo, poderosos apetitos que no encuentran caminos de satisfacción… Precisamente de esa pugna entre el querer y el poder —entre la realidad y el deseo—, nacen las confesiones del poeta, que son representaciones ideales con las que compensar deseos insatisfechos. Pero sólo él consigue, en palabras de Freud, superar con el placer estético la repugnancia que en condiciones normales nos causarían tales emociones.
Pablo Hurlé
David Robatti (álter ego de David Martínez González) nace en Avilés en 1972, pero pronto se traslada a Salinas, donde la cercanía y la influencia constante del mar marcan profundamente su persona y su obra. De vocación literaria temprana, se licencia en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y realiza en Madrid un máster en la enseñanza del español como lengua extranjera, campo en el que ejerce como profesor y que le lleva, en 2002, a Japón. Es en aquel país asiático donde realmente nace David Robatti, que también va a vivir y a trabajar en Malasia, Hong Kong, Singapur y China. El sudeste asiático define su personalidad y enriquece su vida, considerándose él mismo oriental de corazón.