Siempre he pensado que escribir poesías y relatos cortos implica darle vida a todas esas emociones, sentimientos, ideas (o como yo las llamo, «hilos de voz») que surgen en tu cabeza y ansían ser escritas, plasmadas; «hilos de voz», que al ser recopilados, forman un «telar» de aquello que un día fue callado y que en realidad solo deseaba ser gritado… de aquello que no se dijo por el miedo a ser frágil, a ser vulnerable. ¿Qué es vivir si acaso no se hace intensamente? ¿Qué es amar si no se hace de forma apasionada? ¿Cómo encontrar belleza en el dolor y en sus matices de gris? ¿Cómo plasmar de forma sutil (y a la vez, compleja) la fluorescencia de tener 20 años y creerse capaz de todo, o la efervescencia de tener 21 y ser consciente de que no sabes nada? Solo con la escritura podríamos intentar dar respuesta a estas preguntas.
Beatriz Chaves
Estudiante de cuarto curso de Lenguas Modernas y sus Literaturas en la Universidad de Oviedo. Amante de los idiomas; sus intereses son la fotografía, viajar y escuchar música. Empezó a escribir a la edad de nueve años pero no comenzó con la poesía hasta los trece. Escribir le hace feliz porque ama «explorar la vulnerabilidad del ser humano y su fragilidad», ya que esta «alcanza nuevos niveles o límites al ser expresada con palabras». Esta es también su forma de capturar la magia o la iridiscencia que van frecuentemente asociadas al ser joven; así como de intentar expresar la incertidumbre (y a la vez, emoción) que se tiene frente al futuro.